Solamente respecto al plástico, la mala gestión de polímeros que fundamentalmente provienen de envases está causando un problema de polución en mares y océanos que la ONU considera ya un problema ambiental de magnitud similar al cambio climático. Estos plásticos están contaminando no solo las aguas, sino a toda nuestra fauna marina y resultando en un riesgo de salud pública también para las personas.
En estos escenarios, la Comisión Europea suele ser rápida en reaccionar, aunque luego no todos los países actuemos con la misma diligencia. La estrategia de Economía Circular de la Unión está desde hace años en las prioridades de la agenda europea.
Por un lado, se basa en impulsar nuevas cadenas de valor y modelos de negocio que verdaderamente posibiliten la conversión de residuos en recursos. No es necesario repetir aquí la jerarquía de los residuos, bastará con recordar que exige obtener de cada residuo el mayor valor que, por sus propiedades, nos pueda brindar. En Europa, aún hoy dos terceras partes de los plásticos acaban incinerados o en vertederos. Por otro lado, la estrategia se apoya en restringir, limitar y penalizar. Toda la estrategia política nos lleva a pensar que la gestión de residuos basada en vertederos toca a su fin.
Centrándonos en residuos municipales, la Directiva 2018/850 sobre el uso de vertederos, del 30 de mayo de este 2018, establece que “los Estados Miembros adoptarán las medidas necesarias para garantizar que para 2035 la cantidad de residuos municipales depositados en vertederos se reduzca al 10% de la cantidad total de residuos municipales generados (en peso)”.
Con esto, la UE plantea un desafío especialmente intenso a los países que no han (o no hemos) venido haciendo los deberes diligentemente. Mientras que según Eurostat Alemania ya está por debajo del 4% de deposición en vertedero, en España enterramos más del 50% de la basura municipal, por lo que estamos directamente señalados en la reciente Directiva.
Con igual fecha que la de vertederos, se aprobó la Directiva 2018/851 que amplía las exigencias de la anterior 2008/98/CE sobre residuos. En ella, se declara que los residuos municipales suponen “entre el 7% y el 10% del total de los residuos en Europa”, encontrándose “entre los de gestión más compleja y cuya forma de gestionarlos ofrece una buena indicación del sistema general de residuos de un país”.
Los retos “radican en la gran variedad y complejidad de su composición, en su proximidad directa a los ciudadanos, en su muy marcada visibilidad pública y repercusión en el medio ambiente y la salud humana. En consecuencia, (…) requiere un sistema de gestión muy complejo que comprenda un régimen eficiente de recogida, (…) y una trazabilidad adecuada de los flujos de residuos”.
El entorno político y normativo nos queda, pues, claro. El mensaje es que la gestión de residuos municipales ha dejado de ser definitivamente un servicio público destinado en exclusiva a mantener la limpieza y salubridad de nuestras ciudades, y pasa a ser un proceso industrial de gestión y transformación de un recurso con todas sus implicaciones. Sin olvidar la complejidad añadida de la mencionada proximidad al ciudadano y su incidencia en la calidad de vida y la salud pública.
Desde este momento, ya hemos dejado de retirar basura de nuestras ciudades para confinarla en otros lugares donde generen menos problemática. Siendo impostergable el cambio de paradigma, los agentes públicos y privados implicados estamos obligados a liderar y ejecutar la conversión de este servicio en un proceso industrializado. Los residuos, incluidos los municipales que hasta ahora quedaban más bien fuera de foco, se denominan ahora Secondary Raw Materials (materias primas secundarias) dentro de la nomenclatura de la Economía Circular.
La pregunta ahora es: ¿Qué industrializamos? En primer lugar, es imprescindible ampliar la cadena de valor aguas arriba, incluyendo la recogida como una parte vital del proceso. El control y la monitorización no pueden empezar en la planta de clasificación, tratamiento, etc. Es evidente que, si no incluimos la recogida en la cadena de suministro de nuestro nuevo 'recurso', será imposible aplicar medidas de eficiencia, identificación de la fuente (quien contamina paga), mapear zonas críticas, detectar tendencias, etc., y así nos lo indica la Comisión Europea.
La segunda pregunta, derivada de la primera, es: ¿Cómo industrializamos esta recogida? Aquí es donde empieza el trabajo de verdad para nosotros, agentes de este sector. Un buen punto de partida ha sido comenzar con la normalización y crear el concepto de 'Redes de Residuos', en un paralelismo claro a la red de agua y la red eléctrica a nivel municipal. El Comité Técnico de Normalización 178 de Aenor ha hecho un gran trabajo implantando en España este concepto en la norma UNE 178101-2, en mayo de este año. Los indicadores para una gestión profesionalizada de la recogida recogidos en esta norma son un excelente punto de partida.
En la filosofía empresarial de Movisat, la industria de la recogida es abordada como un sistema dotado de unos recursos que tienen que cumplir unas tareas de forma eficiente. Para ello debemos poder planificarla, controlarla y evaluarla de forma continua, normalizada y comparable. Es importante incidir en el aspecto continuo. La calidad de los servicios no debe evaluarse en muestreos o estadísticas, si la tecnología nos permite ir más allá. Hemos de controlar en tiempo real y minimizando la intervención humana.
Movisat materializa estas directrices en EcoSAT, columna vertebral de nuestros servicios. Es una plataforma con un sistema de información geográfica detallado que almacena el recorrido de las rutas y sus incidencias, así como la trazabilidad de cualquier elemento fijo y móvil. Pero no se limita a arrojar un gran volumen de datos porque somos conscientes de que más allá de tener la información, es necesario interpretarla.
Y así, como se haría con cualquier recurso que tiene aparejado un valor, positivo (beneficio) o negativo (impacto), necesitamos hacer uso intensivo de las metodologías y tecnologías de data mining y business intelligence. Necesitamos datos, pero sobre todo, como en cualquier proceso industrial que estén normalizado y cuantificado en unidades de coste económico y ambiental, necesitamos convertirlos en información y conocimiento. Y, en continuo desarrollo, introducir inteligencia artificial, sistemas expertos capaces nos solo de describir sino de predecir y prescribir.
Es por ello que EcoSAT compara la planificación de los objetivos con su cumplimiento real y preciso. El resultado es un sistema de alertas de fácil comprensión, que ayuda a los gestores del servicio municipales y a las empresas concesionarias a hacer un seguimiento de la calidad del servicio en general, así como a conocer los puntos más problemáticos o con más densidad de residuos.
En esta labor, nuestra experiencia nos dice que el valor no pasa por hacer que todo gire en torno a la tecnología. Menos aún por encomendarnos a determinados dispositivos como los sensores volumétricos de llenado, aún siendo muy útiles. Esto sería como pretender que la red de agua esté bien gestionada solo por contar con un buen número de caudalímetros. En estos tiempos, las exigencias van mucho más allá.
Nuestra opinión es, parafraseando al fundador de Sony, Akio Morita, que “el valor se encuentra en la intersección entre la tecnología y el conocimiento del mercado”. En esa intersección se encuentra la solución a los retos. Hay que conocer el mercado donde uno trabaja para aportar valor. En este sentido, Movisat aporta a sus clientes una vasta experiencia en el sector, ya que la compañía nació hace 22 años y se especializó ya en 2003 en la monitorización de servicios de medio ambiente.
Este conocimiento de las herramientas disponibles y del mercado se aplica a cada caso mediante una consultoría previa, en la que Movisat se ocupa de hacer un diagnóstico de las necesidades del municipio según su tamaño, características y volumen de residuos para después recomendar los dispositivos más adecuados de todos los disponibles en el mercado.
Vivimos además, el auge de las Smart Cities. Multitud de tecnologías se agolpan para ser las elegidas para implantarse en las ciudades. En este punto, la limitación de los fondos públicos hace muy recomendable priorizar aquellas que realmente nos resuelvan un problema y nos quiten un dolor. El coste de los servicios municipales de recogida de residuos aumenta a un ritmo superior al 2% anual (Estudio Sectorial DBK de Servicios Urbanos. 2018).
Este es nuestro problema. Y sobre él, nuestros sistemas de gestión inteligente tienen un claro impacto de reducción de costes, y son por tanto una solución. Además, como cualquier solución que pretenda ser 4.0, ha de ser interoperable y estar conectada con el resto de sistemas que actúan sobre el ecosistema urbano: movilidad, calidad del aire, comercio, ocio, parques y jardines, etc.
Movisat ha probado su capacidad de integrarse con todo tipo de plataformas y bases de datos externas. Uno de nuestros casos de éxito en este sentido es Madrid, donde el Ayuntamiento tiene una única plataforma que recibe los datos de varias empresas adjudicatarias. Movisat aporta a sus clientes contratistas la monitorización de servicios en dos de las zonas en las que se han dividido las tareas de recogida de residuos y limpieza viaria, gracias a su capacidad de integrar la información que emite su sistema en cualquier base de datos superior.
Pero el reto de industrializar la recogida de residuos no se limita a las grandes ciudades. También los pequeños municipios deben identificar las zonas más problemáticas en materia de residuos y las incidencias que impiden su recogida eficiente.
En este sentido, Movisat se adapta al tamaño y las necesidades de cualquier entidad local. Entre nuestros usuarios hay grandes urbes como Madrid, Málaga, Sevilla, Albacete y Alicante, y organismos de compleja gestión como el Consorcio Provincial de Málaga o el de Ciudad Real, donde EcoSAT tiene que controlar el funcionamiento del servicio en un número creciente de municipios y variable de servicios.
Pero también hay un gran número de pequeñas localidades. Es el caso de Alcantarilla (Murcia). Juan Antonio Mata, concejal de Obras y Servicios del Consistorio, explicó en una reciente jornada informativa organizada por el Gobierno regional de Murcia que “la plataforma nos permite organizar los servicios, asignar mecanización a distintas rutas, tener claro qué usos se está haciendo de esos medios, a qué turnos se asignan, cómo funcionan”.
Mata también explicó que EcoSAT les ayuda a afrontar nuevos retos con la seguridad de tener un conocimiento exacto de lo que pasa sobre el terreno: “Vamos a hacer un despliegue importante de papeleras, algo muy demandado. La planimetría nos permite tener claro cuáles son las zonas donde menos densidad hay y tener claro dónde instalarlas”.
Fuente: https://www.interempresas.net/